Sunday, September 17, 2006

Respondiendo al Sacrificio con sacrificio

Muy pronto subiré la segunda parte de las implicancias de la Trinidad (estoy de vacaciones ahora así que me tomé un pequeño "break"). Quería compartir con ustedes algo muy muy personal y distinto.

El domingo ante pasado, me emocioné muchísimo en la Santa Cena. Estaba junto a unos excelente amigos y hermanos en la Iglesia (anglicana) de San Pedro en Viña (donde estaba en este momento de vacaciones), en el servicio ("misa") juvenil. Celebramos la Santa del Señor (Eucaristía), que es una ceremonia en que se usa el pan y vino como símbolos de el cuerpo y sangre de Cristo, con el propósito de "hacer real" para nosotros, la realidad de Su muerte y cómo ésta nos ha traído a una común-unión con Dios y los santos (todos aquellos que han confiado en Cristo). Ojo: no creo (creemos) que el pan y el vino sean literalmente el cuerpo ni la sangre de Jesús, sino que son símbolos que apuntan a esa hecho real, que ocurrió hace ya unos 2000 años.

Lo que me emocionó es la lógica increíble de la liturgia Anglicana que se escribió para guiar esta ceremonia. Luego de tomar la Santa Cena, (en que juntos celebramos la muerte de Cristo por nuestro pecado en contra de Dios, y proclamamos con esperanza su segunda venida), la congregación responde en conjunto diciendo:


Con acción de gracias te ofrecemos todo nuestro ser como sacrificio vivo. Envíanos al mundo en el poder de Tu Espíritu Santo como testigos y obreros para Tu alabanza y gloria [...] Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias por tu gran gloria, oh Señor omnipotente...

Esto es increíble. La lógica del evangelio, es sacada a relucir de una manera increíble en la liturgia (escrita por el reformador protestante inglés, Thomas Cranmer): Cristo se entrega en sacrificio por nosotros, y somos salvados gratuitamente por medio de este sacrificio. Todos aquellos quienes han confiado en el sacrificio de Cristo como suficiente, satisfaciendo la ira de Dios para reconciliarnos con Él, responden en gratitud al amor de Jesús: te ofrecemos todos nuestro ser como sacrificio vivo. Este pasaje refleja Romanos 12:1 donde dice:

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

Ofrecemos todo nuestro ser como sacrificio vivo. Respondemos al evangelio, viviendo el evangelio en nuestras vidas. ¿Y cómo ser "ve" esta realidad, esta vida de "sacrificio vivo" y de adoración"? La liturgia continúa, dándonos la respuesta, que creo que absolutamente fiel a las Escrituras:

"Envíanos al mundo en el poder de Tu Espíritu Santo como testigos y obreros para Tu alabanza y gloria"

Creo que esta frase no resume todo lo que significa ser un sacrificio vivo, pero nos da un buen indicio. Adoración es una respuesta viva y activa al nuestro nuevo estatus: hijos de Dios, hijos porque hemos sido rescatados y unidos al único y verdadero Hijo, Jesús.

Saturday, September 09, 2006

La Trinidad y la vida cristiana (Iera parte)

Creo que es importante partir aclarando algunas cosas. Si bien voy a resumir el concepto de la "Trinidad" antes de partir con esta reflexión, esto no se trata de una defensa ni una explicación de la doctrina en sí. Más bien buscaré responder una inquietud que a más de alguno se nos tiene que haber pasado alguna vez por la cabeza: ¿cuál es la relación entre el hecho de que Dios sea "Trino" y el evangelio, y por consecuencia, que implica la "Trinidad" para la vida cristiana?

Definiendo...
La palabra "Trinidad" per se, no aparece en la Biblia. Esto no debería preocuparnos, ya que es una palabra utilizada por los cristianos (desde el siglo 3ero más o menos) para describir una realidad clara y patente que se presenta en la Biblia (desde Génesis capítulo 1, de hecho) con respecto a Dios. Es una "fórmula" (disculpas a los que no les gusta esa palabra) para evitar caer en dos formas extremas de caer en un error al momento de entender y hablar con respecto a Dios. Estas severas equivocaciones (mas bien tergiversaciones) comenzaron a aparecer tempranamente en la historia de la iglesia por lo que cristianos fieles a la Palabra de Dios buscaron resumir el concepto que se encuentra presente a través de las páginas de la Biblia.

La idea fundamental es a la vez simple e imposible de aprehender en su totalidad. Dios es un Dios, solamente un Dios, quien existe, en tres personas. Son tres personas distinguibles entre sí, pero inseparables, co-existiendo en una misma esencia y sustancia, que es "Dios". Dios entonces es a su vez, Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios Espíritu. Vaya desafío de absorber. Luego de esta simple definición, procederemos a explicar sus implicancias para la vida cristiana.

Dios es relación y orden
Las implicancias del concepto de Trinidad para la forma en que vemos a Dios son asombrosas. Entre todas ellas, me enfocaré sólo en dos: Dios es relación en sí mismo, y esta relación implica orden y propósito.

La Trinidad implica que Dios existe desde la eternidad en relación. Es relación en sí mismo, y esta relación está caracterizada por amor. El Padre ama al Hijo y al Espíritu. El Hijo ama al Padre y al Espíritu y el Espíritu ama al Padre y al Hijo. Vemos, por lo tanto, que el amor en la Trinidad consiste en ser "otra-persona-centrada" (definición de D.B. Knox). Es decir, el amor consiste en concentrar y enfocar el "ser" de uno hacia otra persona para el beneficio de éste. Por lo tanto, aunque sin duda íntimamente ligada con lo sentimental, es esencialmente una actitud, estado y forma de actuar. Tal como dice la canción de D.C. Talk: El Amor es un Verbo.

Además, su relación es extremadamente íntima, estando el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, por ejemplo (Juan 14:10). Lo hermoso, es que, a través a la Cruz y resurrección, en el poder del Espíritu Santo, también participamos en esta comunión (común – unión) con el Señor (Juan 14:20, 21 y 23). Aunque, -ojo-, no somos parte de la Trinidad, la intimidad de nuestra relación con Dios por medio de lo que Cristo hizo por nosotros, llega a ese nivel de intimidad. Pero, ¡Me estoy adelantando! Veremos más de esto en el siguiente post.

Asimismo, y como consecuencia de este amor, dentro de la Trinidad misma hay sumisión y orden. El Hijo se somete al Padre y hace todo lo que ÉL (Padre) hace (Juan 5: 19,20, 26, 27; 8:54; 10:27-30). El Espíritu Santo hace lo mismo en referencia al Padre e Hijo (Juan 14:16-18, 20, 23-26). Esta situación no es debido a que un miembro de la Trinidad sea más "fuerte", "importante" o tenga mayor estatus que algún otro. Esta sumisión es voluntaria, basada en y consecuencia de, este amor. Además, este orden es práctico y ligado a cómo Dios ha llevado a cabo nuestra salvación.

Concusión: Dios es en sí mismo, dentro de la Trinidad, relación eterna. Es Personas en relación continua de amor y de mutua sumisión y orden, con propósitos de salvación claros. Esta realidad tiene muchísimas implicancias para la vida cristiana, y profundizaremos en eso muy luego. Estén pendientes....

Tuesday, September 05, 2006

Génesis (tercera parte y última)

Los Patriarcas y las promesas reafirmadas

I.)
Elección y promesa

Dios elige a Abram para ser la persona por medio del cuál Él llevará a cabo su re-creación del mundo caído. Este pasaje vincula la historia del mundo y su permanente y constante alejamientos de la voluntad de Dios con la historia de la salvación de Dios.

Hay similitudes entre Génesis 12:1 y 1:3 con la frase “Y dijo Dios” (aunque en el segundo caso, con el nombre YAHWEH, no Elohim). Esto probablemente no es ninguna coincidencia. Como ya dijimos, Dios está llevando a cabo la regeneración de la creación caída, y al igual que con Su creación, hará esto por medio de Su Palabra.

Su instrucción en Génesis 12:1-3 consiste en estos conceptos:

  • Vete: pareciera mandar a romper las ataduras con el pasado, del mundo caído, y comenzar a dirigirse hacia la(s) meta(s) designada por Dios.
  • A la tierra que te mostraré: recuerda al Edén. Dios reunirá a una familia/pueblo en un lugar. Es lo opuesto a la dispersión causada por la arrogancia del hombre en Babel.
  • Engrandeceré tu nombre: En el fondo, Dios le está diciendo “Yo te daré un nombre” en oposición al grito orgulloso de la humanidad en Babel que buscaba “hacerse un nombre”.
  • Bendición: consecuencia de del orden del pacto de la creación reestablecido. La idea es que todas las naciones “sean benditas” a través de los judíos los cuáles serán los primeros en recibir las bendiciones prometidas.

Abram obedece, aunque de manera imperfecta, yendo a Egipto y luego a Canaán, progresivamente estableciendo sus derechos sobre la tierra. En este sentido, vemos en Abram un modelo del llamamiento de Dios: el Creador toma la iniciativa, basado completamente en Su amor, misericordia y firme fidelidad a sus propias promesas redentoras, en llamar al hombre a cumplir con Su voluntad. El hombre responde simplemente porque “no le queda otra”, a una relación con Dios. De hecho, vemos que Abram confía en las promesas de Dios, y el Señor “le reconoció como justo” recién en el capítulo 15, dejado en claro que el trato favorable de Jehová hacia sus criaturas no nace de algún mérito que tenga origen en el mismo hombre.

Las historias posteriores de Isaac y Jacob tienen relación clara con dos aspectos específicos de la promesa a Abraham: tierra y generaciones futuras. Esta promesa había sido sellada de manera definitiva en la circuncisión, señal del pacto (hebreo “Berith”). El Pacto (y su señal, en este caso, la circuncisión) son la confirmación de la promesa ya realizada, proveniente de la iniciativa divina. Es decir, el pacto está basado en promesa(s), un acuerdo formal en que se confirma formalmente lo previamente acordado entre las dos partes. Este acuerdo es sellado de manera definitiva a través de un acto “de sacrificio”. En este caso, consiste en la circuncisión, que es también un acto de consagración al Señor. Después, en el pacto de Sinaí, junto con la consagración de los primogénitos, el pueblo sería rociado con sangre, como manera de ratificar el convenio[1] con ellos. Finalmente, sería Cristo quien ofrecería el sacrificio definitivo y suficiente[2], siendo también, la circuncisión más completa y total, al despojarse de toda su carne[3].

Finalmente llegamos a la historia de José. Lo central de esta historia es cuando es reconocido por sus hermanos hacia el final. Aquí se revela que los propósitos de Dios al “enviar” a José a Egipto es dar vida a los “descendientes”. En aquél momento, Egipto es un lugar donde hay vida para todos, y donde, al menos por un tiempo, Dios proveerá y cuidará de Su pueblo. Eventualmente, vemos al pueblo judío en Egipto como un gran y numeroso pueblo, pero sin una tierra propia. De esta manera, Génesis termina en una especie de anticlímax. Las promesas de Dios se han cumplido de manera parcial. ¿Cuándo llevará a cabo Dios el cumplimiento de lo que ha dicho? Con esta interrogación concluye este libro. El “éxodo” continuará con la historia.


[1] Éxodo 24

[2] Heb. 10: 5- 18

[3] Col. 2: 11

Friday, September 01, 2006

Génesis (part deux - II)

II.) Caída, maldición y esperanza

La caída es el máximo anticlímax dentro de la narración. El pecado del hombre significa una reversión de todo el orden creado. Una serpiente (maldad/Satanás), es decir una criatura, tienta a la mujer, quien en cuanto a su rol debía a ser el acompañante a Adán, quien a su vez hace caer a Adán. El pecado en que caen, si bien se expresa en comer el fruto del árbol prohibido, radica en que la Palabra de Dios es puesta en duda (y por tanto, como vimos, el mismo carácter, autoridad y voluntad de Dios es cuestionada) y finalmente la humanidad se rebela explícitamente en contra del mandamiento.

El fruto prohibido representaba el conocimiento del bien y el mal, Este conocimiento pertenecía sólo a Dios, por el simple hecho de ser Creador y origen de toda la realidad misma y por tanto, quien ponía las reglas.

Este intento de parte del hombre de usurpar la autoridad de Dios tiene como respuesta el juicio de Dios en forma de maldición. El creador, en el fondo, le da al hombre lo que quiere, entregándolo a sus propios deseos egocéntricos[1]. La maldición de Dios son “las reglas del juego”, es decir, las consecuencias obvias e inevitables en un mundo en rebelión en contra de Su creador (esto no quita el hecho de que Dios es activo en pronunciar su juicio). Todas las relaciones están corrompidas, y la armonía se ha perdido.

Aún así, en medio de este “capítulo negro” de la historia Bíblica, vemos gracia. Una forma de esto se ve en que, si bien Dios pronuncia una sentencia de muerte sobre la creación-humanidad, Adán y Eva siguen con vida por un tiempo. Son echados del Edén, lugar especial de relación con Dios, sin embargo, también aquí hay un destello de la misericordia de parte del Creador, en que esto significa que no podrán comer más del árbol de la vida, lo que permitirá que el pecado no continúe para siempre en sus vidas.

Finalmente les entrega una promesa potente, aún cuando la humanidad no lo entienda del todo en el momento: la descendencia de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente y ésta le morderá en el talón. Aquí vemos que desde la misma humanidad, la causa del problema, vendrá la solución (reversión) del problema, aún cuando por un momento, parezca que la esperanza de redención se extinga (“…morderá el talón…”). Esta promesa se le conoce como “protoevangelio”.

Luego vemos la rápida y radical propagación del pecado. Un ejemplo es el asesinato de Abel de parte de su hermano Caín. Aquí también vemos el patrón de Juicio/gracia, en que, a pesar de que Caín es castigado, condenado a vivir una vida como hombre perseguido, una marca en su frente, evitará algún mal caiga sobre él. También es importante el nacimiento de Set justo después. Luego del asesinato de Abel, un “justo” quien presentó un sacrificio agradable a Dios, la esperanza en el cumplimiento de la promesa de Dios (protoevangelio) es “resucitada” con el nacimiento de Set, quien es el padre del linaje con el cuál se relacionará Dios[2].

Llegamos a un clímax de desobediencia y pecado en Génesis 6. Dios escoge a Noé, quién construirá un arca por medio del cual Dios preservará a Su creación. Luego de un diluvio que acaba con toda la creación (con la excepción, por supuesto, de quienes se encuentran en el arca). Después del diluvio, Dios reafirma al “Hombre” (Noé y sus hijos en este caso) las condiciones del “pacto” de Edén.

Esto es notable, porque Génesis 6:18 es la primera alusión a este “pacto” en Edén. Por lo tanto, si bien no fue explícito, el hombre y Dios existían en una relación de convención que fue roto por el pecado. Si bien el diluvio fue una especie de “des-creación” de la naturaleza, por medio del arca, y la creación “redimida” en él, Dios renueva su pacto “edénico”, llamando al hombre a procrear, y a ejercer su autoridad sobre la creación[3]. Aquí, en la misma arca y la especie de “segunda oportunidad” en sí, vemos la gracia de Dios en acción. Además, pone un arco iris en el cielo, como señal eterna de que nunca más destruirá al mundo por medio de un diluvio.

A pesar del aparente “final feliz” de la historia de Noé, una vez más el hombre vuelve a sus maldades. Si bien el pecado en el jardín representa la caída de la humanidad, en este caso, con la torre de Babel, vemos la caída de la sociedad. En Génesis 11, vemos a los seres humanos, agrupados juntos, planeando de qué manera poder seguir viviendo juntos y “hacerse un nombre”. Es esta arrogancia que es repudiada por Dios, siendo la construcción de la torra de Babel, su máxima expresión externa. Hay una búsqueda de recibir honor y gloria junto con crear una sociedad unificada humana sin Dios, es decir, sin someterse lealmente al gobierno de Dios bajo su reinado. La consecuencia es que Dios “baja” y confunde sus lenguas, causando confusión y dispersión.

Pareciera que toda esperanza para el hombre se ha acabado. La humanidad se encuentra dispersa por el mundo, en abierta rebelión en contra de Dios y contra de las condiciones renovadas del pacto. Sin embargo, (esta es la relación entre Génesis 1-11 y 12-50), vemos que Dios no abandonará sus promesas ni las condiciones de Su Pacto. Él será fiel en medio de la infidelidad del hombre. A pesar del estado caído de la humanidad, Dios continúa siendo fiel, con un ojo puesto a la descendencia de Set, que llegó hasta Noé, y luego su hijo Sem, hasta llegar a Abram.

(en algunos días, tercera y última parte)


[1] Rom. 1:24, 26 y 28

[2] Que eventualmente incluirá a Abraham, Moisés, David y finalmente Cristo (Luc. 3:23-37)

[3] Gén. 9:1-17