Monday, June 19, 2006

2nda parte del Auspicio

Los Auspiciadores de una Transformación:
el rol de los medios en la creación de actores sociales activos
(2nda parte de 3)

La importancia de la identidad y su formación en la interacción
Antes de entrar de lleno a cómo redefinir el rol de sujeto contemporáneo y su desenvolvimiento en el mundo sociopolítico actual, es relevante poder explorar nuestro concepto de identidad, ya que fundamentalmente es esta característica tanto individual como colectiva la que está en jaque en estos tiempos.

Es imprescindible por lo tanto, que busquemos comprender cómo la identidad llega a “ser”, es decir, cuáles son los ingredientes involucrados en su creación y por qué es tan importante para nuestra discusión.

Debemos partir por recordar que la identidad es formada tanto dentro como desde la cultura. Es decir, es construida inmersa en un determinado contexto, que influye en el resultado final, lo que también significa que la identidad está íntimamente ligada a la cultura en que es desarrollada.

Ahora bien, antes de continuar, es de primordial importancia dejar en claro nuestra definición de “cultura”. Quizás lo podríamos entender como la construcción y aprehensión simbólica de un grupo particular delimitado (ya sea geográfica, política, étnicamente, etc.) de la realidad a través del lenguaje. En el fondo, todo lo que el hombre crea o al cuál le da sentido podría caber dentro del concepto con la cuál estamos trabajando.

Dentro de esta esfera de experiencias compartidas podemos hablar de la identidad, considerándola como “un proceso de construcción en la que los individuos se van definiendo a sí mismos en estrecha interacción simbólica con otras personas [y donde] su sí mismo se convierte en el objeto de su propia reflexión[1]”. Fundamentalmente es nuestra historia, tanto colectiva como particular: “es la capacidad de considerarse a uno mismo como objeto y en ese proceso ir construyendo una narrativa sobre sí mismo. Pero esta capacidad sólo se adquiere en un proceso de relaciones sociales mediadas por los símbolos. La identidad es un proyecto simbólico que el individuo va construyendo en íntima relación con los grupos sociales dentro de los cuáles se desenvuelve[2]”.

Una vez que hemos revisado la idea de fondo de “la identidad” y cómo es construida en la interacción dentro de una determinada cultura, podremos comenzar a trabajar con los conceptos que manejaremos de ahora en adelante, junto con esclarecer en algún grado el camino que queremos trazar en cuanto a la construcción de sujetos-actores.

Una posible puerta de entrada: El surgimiento del “Sujeto”
La idea del “sujeto”, del actor civil activo y voluntario que se involucra con los procesos sociales desde las bases, surge en parte, como respuesta a la búsqueda una solución con respecto a dos verdades paradójicas con las cuáles la democracia ha tenido que convivir en alta tensión constante: la igualdad y la diversidad.

Estos conceptos tienden a ser equivalentemente estimados por los defensores de la democracia, aunque es interesante notar que de hecho es prácticamente imposible mantenerlos en un nivel equilibrado cuando se llega a la praxis sociopolítica. Siempre cuando se ha reforzado uno de estos valores dentro de un régimen, por los medios que sea, ha significado perder espacios con respecto al otro. Frente a este problema real que siempre ha reforzado los desafíos de la democracia de lidiar con la diversidad presente en la población, Alain Tourraine, entre otros nos ofrece una solución, o por lo menos, nos indica el camino por el cual debemos andar.

Fundamentalmente consiste en la auto-generación consciente de una identidad por parte de los ciudadanos que se desenvuelven dentro de la esfera sus realidades particulares. “El individuo buscar ser el Sujeto de su propia existencia, hacer de su propia vida una historia singular[3]”, basándose “en la voluntad y en el esfuerzo de cada uno por ser diferente a todos los demás, por crearse una vida particular[4]. Somos iguales entre nosotros sólo porque somos diferentes los unos de los otros[5]”.

Sugeriríamos que es necesario que los individuos comiencen a extrapolarse de sí mismos, como ya hemos visto, que sean conscientes de sí mismos como “objetos”. Es imprescindible que desarrollen de manera intencionada su identidad, tomando decisiones reales con respecto a quién quieren ser, buscando interactuar y afectar el mundo en la cual “son”. En esta generación, que se dará dentro de una experiencia cultural específica y en interacción con otros, es importante determinar de qué manera poder crear vínculos que aporten en este proceso en llegar a ser actores sociales.

En esto, se deben desarrollar maneras de generar redes de interacción a nivel ciudadano, meta que debería ser cada vez más fácil con el surgimiento de las nuevas tecnologías comunicativas. Se debe empezar por una participación a nivel local, a través de los municipios. Ése es el punto de partida con la cuál se busca generar un organismo no-oficial y no-político de actores civiles quienes sepan generar demandas al sistema, junta con buscar de manera comunal posibles vías que puedan llevar soluciones.

Los grandes medios comunicacionales llevan, quiéranlo o no, una carga implícita por su mera existencia en la sociedad. Su poder de influencia de facto sobre los procesos sociales es tal, que no pueden quedar fuera de esta discusión. Es más, queremos sugerir que tienen un rol esencial en estas transformaciones culturales que deben buscar cumplir, aún cuando en la realidad estamos lejos del escenario ideal.



[1] Op. Cit. Capítulo IV. Pág. 90

[2] Ibíd. pág. 91

[3] Tourraine, Alain. Igualdad y Diversidad: Las nuevas tareas de la democracia (Buenos Aires: FCE, 1era edición en español, 1998) Capítulo IIX, pág. 61

[4] Op. Cit. pág. 62

[5] Ibíd. Pág. 63

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