Monday, June 19, 2006

¿Auspiciadores de una Transformación?

¡Hola chicos! Bueno les dejo la primera parte de tres basado en un trabajo que realicé para un curso de Pensamiento Contemporáneo, en particular en torno a los cambios socio-político-culturales en Latinoamérica. Se trata del rol de los medios de comunicación en la creación de una ciudadanía activa. Espero que les sea de interés.


Los Auspiciadores de una Transformación:
el rol de los medios en la creación de actores sociales activos
(1era parte de 3)

Hipótesis

Luego de la caída del muro de Berlín y la vuelta a la democracia de muchos países en el mundo entero y en particular Latinoamérica, podemos observar como la sociedad occidental está pasando por una extraña época de transición llena de contradicciones y de mucha confusión. Este período, denominado por algunos como “postmodernismo” y “modernismo tardío” por otros está marcado por ciertas características a través de las diversas agrupaciones geopolíticas.

Además estos cambios han llegado a la par con una nueva forma de administrar el país a nivel político y económico. El neoliberalismo está aquí con fuerza, reemplazando la antigua estructura estadocéntrica al cuál, como ciudadanos, hemos estado tan acostumbrados. Gran parte de la administración que antes se llevaba acabo en el ámbito fiscal está en la “mano invisible” del mercado. De esta manera, las democracias se han vuelto más que nunca, a servir los intereses de los grandes bloques económicos, relegando a las masas a un segundo plano.

Su rol por estos último 15 o 20 años ha consistido fundamentalmente en ir a las urnas a votar por uno de dos o más coaliciones políticas (en todas sus formas: conservadores y laboristas; republicanos y demócratas; la Alianza por Chile y la Concertación). Durante el resto del tiempo, el sujeto contemporáneo se ha transferido de un escenario de actividades a otro. Su participación ya no es en materias de estado sino que en le mercado. La búsqueda de formación de identidad, propósito y participación lo desenvuelve principalmente en el plano del consumo.

Hacia finales de esta época de cambios ideológicos ha comenzado una intensa búsqueda de revindicar a la democracia dentro de su nuevo contexto, con el sentido de impedir que el mercado lo rinda obsoleto. Claramente las antiguas estructuras y las formas de “hacer democracia” ya no son fructíferos, trabajando con principios que ya no son aplicables.

Dentro de este anhelo de un cambio y búsqueda, se ha llegado en general, al consenso que el camino por delante consiste en una mayor colaboración y relación entre las esferas representativas y la sociedad civil en sí. Sin embargo, el gran impedimento para que esto ocurra es la inactividad de los sujetos en el terreno político-administrativo. Por lo mismo, ha comenzado la exploración para encontrar las maneras para hacer resurgir los actores sociales desde las bases (o lo que se conoce en inglés como grassroots). El cambio comienza a nivel local. Comienza como individuos saliendo de la comodidad para buscar generar grupos con una voz; una voz lo suficientemente potente como para ser escuchada.

Los últimos días en Chile hemos sido testigos de una pequeña chispa de lo que quizás sea este cambio. Este vistazo ha llegado en la forma del movimiento estudiantil escolar, que logró (en gran parte gracias a una gran organización dentro de sus filas) no sólo que el gobierno atendiera a prácticamente todas sus peticiones sino que el apoyo casi incondicional de la gran mayoría de la población.

Con este trabajo queremos sugerir que los grandes medios comunicacionales tienen un rol fundamental y esencial en la formación y sustentación de este nuevo sujeto-actor, y un deber de crear incomodidad en la ciudadanía común, buscando ser una herramienta para acabar con la complacencia, en vez de generarla.

Después de la Tercera Ola

Creemos que justo sugerir que vivimos en tiempos extraños. El paradigma antropocéntrico pos-ilustración del mundo occidental está sufriendo cambios substanciales debido a diversos factores. Por restricciones de tiempo y espacio no es posible abarcar ahora todas las variables involucradas (además de que probablemente es una proposición imposible de realizar), pero sí adentraremos en algunos temas puntuales que son relevantes para nuestra discusión.

Luego de la caída del muro de Berlín y la vuelta a la democracia de muchas naciones a través del mundo (y en particular Sudamérica) alrededor de 1990, los sistemas democráticos tradicionales han llegado a un período de crisis. Podríamos llamarla una “transición” (por diversos motivos dependiendo del país) desde una concepción de cómo “hacer” democracia racionalista, basada en principios universalistas de progreso y de autorrealización humana a una estado de dudas y confusión con algunas ideas vagas de lo que no se debe hacer.

Este período de transición de los sistemas viene paralelamente a un cambio profundo en la cultura occidental, cosa que no es ninguna sorpresa, ya que las democracias existen dentro de las culturas que buscan representar.

El motor principal de este cambio paradigmático es al globalización, tanto económica como tecnológica y medial. El global village de McLuhan ha llegado en todo su esplendor, realzando uno de los desafíos más grandes para las democracias: la diversidad.

Si bien la diversidad siempre fue considerada una amenaza para los sistemas representativos, hubo por un largo período, un intento de homogeneizar las distintas realidades dentro de las naciones. Hasta cierto punto, esto era posible, bajo la cobertura de doctrinas positivistas que eran adoptadas por varias grupos ideológicos presentes en las sociedades. Tanto la ciencia y la religión, aún cuando se llegaron a considerar en un estado de oposición, se basaban en valores universales. La intolerancia era más fácil de practicar, ya que los que discriminábamos vivían en la otra mitad del globo.

La globalización y las nuevas tecnologías cambiaron todo eso. Los musulmanes, los budistas, los africanos y chinos, seres que parecían casi mitológicos dentro de la cotidianeidad occidental, ahora vivían entre nosotros. Eran nuestros vecinos. Compartían los vagones del metro. Aparecían en la televisión compartiendo su punto de vista con respecto a temas de contingencia. Homogeneizar la sociedad es más imposible que nunca.

Por lo mismo, junto con estos cambios de carácter sociocultural, económico y tecnológico, vino un cambio fundamental a nivel ideológico. Llegaba el comienzo del fin para la metanarrativa positivista y la “esperanza histórica”. Entre los muchos elementos que contribuyeron a este cambio de mirada del hombre están las guerras mundiales y el posterior conflicto entre los bloques liberales y marxistas. La visión ideal del ser humano fue reemplazada por otra en la cuál se entendía al hombre como un ser con una capacidad tremendamente destructiva además de creativa, limitado en su comprensión y aprehensión de la realidad, y atado a las preconcepciones de su –limitado- espacio cultural.

En este sentido, la llegada del “posmodernismo” ha contribuido al reconocimiento de la necesidad de valorar al “otro” por sí mismo al poner en jaque las teorías modernistas. Éstas, “de corte universalista, tiene dificultades en entender y aceptar las diferencias culturales porque conciben la historia como una serie continua de etapas universales a través de las cuales todos tienen que pasar. Estas teorías acentúan la unidad de metas de la humanidad, pero tienen dificultades para respetar al “otro” en cuanto distinto[1]”.



[1] Larraín, Jorge. ¿América Latina moderna? Capítulo VI, pág. 146

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